Abril 2021 – Verónica Mey
Esta no es una profesión de conformistas. No os conforméis. No está todo dicho.
Nadie tiene el poder ni la potestad de tachar la casilla de apto o no apto. Luchad por lo que amáis. Aquello que os pertenece.
Este camino que habitamos, el de las artes escénicas, no es recto. Es un sendero con muchos cambios de dirección y vericuetos, y os puedo asegurar, que nunca jamás, hubo una regla escrita que garantice un resultado. Es personal e intransferible como la propia vida. Por eso no hay dos carreras iguales.
En esta profesión, dos y dos no son cuatro. Por ello, para mí, la máxima que me guía y que comparto con vosotros, haciendo esta confianza recíproca, es «yo practico lo que me hace feliz». Me explico: hace un tiempo, dejé de trabajar activamente cómo actriz, aunque nunca “dejaré” de serlo, porque encontré otras áreas de la profesión donde me sentía más realizada y completa. Un día descubrí que era mucho más feliz dirigiendo y escribiendo. Además, al encontrar el camino de «baldosas amarillas» todo fue encajando como por arte de magia, lo que sumado a horas, horas y más horas de trabajo, ha terminado por conducirme a este punto de mi vida.
Esto hoy es así y mañana puede no serlo («Lo único constante es el cambio», que decía Heráclito). Por eso, os invito a reflexionar sobre la «flexibilidad», para darnos permiso y encontrar esa frecuencia, en la que «vibramos» (Si no, no estaríamos aquí).
No tengáis expectativas, desterrad la autoexigencia. Disfrutad el camino y permitid que este os sorprenda. Nadie puede vaticinar nada. Lo que sí os puedo asegurar es que llegaréis a «alguna parte» y vosotros mismos decidiréis si os quedáis ahí o continuáis tirando los dados.
La prueba del algodón, para mí, es preguntarme cada día (Y con esto vuelvo a mi reflexión anterior), al acostarme, si lo que he hecho, me dió felicidad y en mi caso es un «SÍ» con mayúsculas. Nunca he sido más feliz que ahora y es porque creo profundamente, en que he encontrado mi sitio en el mundo.
Y esto, nadie os lo puede decir. No es una medalla que os cuelguen. Nadie tiene la potestad, ni el poder, de emitir semejante juicio. Lo tenéis que sentir vosotros. Tenéis que encontrar «vuestra pertenencia» a esta profesión y sentir que es legítima.
Si lo sentís, seguid el camino, veréis que es apasionante.
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